Soy luz que alumbra y también sombra que sustenta.
El ojo humano esta acostumbrado a observar lo que a la luz del día se alumbra. Vemos colores, percibimos a través de esa luminosidad. Pero se nos ha olvidado que lo que no se ve también existe, aunque tu ojo humano no lo pueda distinguir.
Vemos las flores, los arboles, los pastos creciendo, pero se nos olvida que debajo de esa tierra, existe micelio, esa red que interconecta el todo, de donde nace la vida, la fertilidad que necesita la tierra para gestar las semillas.
Los seres humanos también nos interconectamos por una red no evidente, pero que se siente e incluso se contagia, esa red genera interconexiones silenciosas e invisibles: las hormonas.
Han sido días de buceo, de ir a mis profundidades interiores, de navegar en mis aguas e incluso de revolcarme en mis lodazales. Dicen que de ahí crece la raíz del lotto.
Todo comenzó hace una semana, el día que pude hacer mas consciente mi miedo a decir que NO, elegí muy bien de quien vendría esta propuesta (inconscientemente hablando) porque era alguien que me representa autoridad y reconocimiento.
Mis células sabían lo que vendría: más comprensión, más claridad, y más consciencia. Pero antes de eso, como ya lo dije: el revolcón. ¡Y vaya que fue uno bueno!.
Ahí estaba yo, recibiendo esa propuesta y diciendo que si, queriendo decir que no. Empecé a escuchar a esa sirvienta que muchas veces parecía la jefa al mando de toda mi vida: mi mente. Todo un día hablándome de aquello que no había hecho -astronauta no has terminado tu pagina web, no has puesto un horario en tu botica, no has arreglado la casa, no has hecho esto y aquello y la lista se torno interminable, esa voz me maltrataba, me descalificaba y me reprobaba continuamente, me reprochaba. La escuche atentamente todo un día. Por supuesto esa noche sentí un fuerte dolor de cabeza, mis huesos estaban adormecidos, mis articulaciones completamente duras, mis palpitaciones sin parar, la adrenalina a la orden del día.
Mis guías me decían: -observa hasta donde te lleva la mente, pero aprovecha este instante, porque esta es la leña que hará arder el fuego que alumbrará lo que estas queriendo observar-. Ahí empezó el buceo, cuando yo era pequeña y mi amada Altagracia ya no pudo cuidarme, entonces me quede sola en el departamento de la infancia, mi mamá había tenido la percepción de una vida muy carente (después descubrimos que solo fue su percepción) entonces su objetivo se convirtió en darle a su terruño ósea yo, todo lo que le había hecho falta a ella. Y se lo agradezco, por algo nos elegimos.
Ella trabajaba todo el día, se esforzaba continuamente, se le olvido reconocer que tiene una mente privilegiada y una inteligencia superior, ahí entramos las dos a alimentar esta creencia de tener que buscar a toda costa el reconocimiento, la aceptación y la aprobación.
La mente de mi mamá también era muy exigente. Ella pasaba muchas horas del día trabajando, esas horas de trabajo a mi me dieron las habitaciones mas mágicas, de ensueño, tuve todas: la de la Barbie, la de la litera con sofá, la de madera rustica, todas. Tenía siempre mas de quince pares de zapatos, y toda, todita la ropa que se ponía de moda.
No me di cuenta que todo esto era a costa de tanto esfuerzo de mamá, y si había esfuerzo también cortisol, adrenalina, aceleración, dolores de cabeza, ansiedad y lo que a esa niña le hacia mucha falta era su presencia, su tiempo cada día, pero sobre todo sentirla en calma, aquí menciono una vez mas la red de hormonas que nos interconectan, si mi mamá estaba preocupada yo lo sentía, aunque ella me dijera que no, y no solo lo sentía lo aprehendía, si mi mama estaba en calma también yo.
Recuerdo que la llamaba el conejo de Alicia porque siempre estaba corriendo en contra del tiempo.
Muchos años me he llevado al reproche de no ser mas paciente, pero es que mi maestra fue la prisa.
Entonces mamá me dijo que había que hacer muy bien las cosas, y así lo hice, sacaba siempre diez de calificación. Estaba en la escolta (era la que portaba la bandera pero estaba tan flaca y pequeña, que se me iba de lado, así que me cambiaron de lugar al de dar las ordenes, otro desafío porque como no gateé de niña mi inteligencia geográfica daba mucho que decir, total que llegue a mi puesto, a lado del abanderado, por cierto era el niño del que estuve enamorada hasta la preparatoria), y entonces entre las mejores notas, la consentida de mis maestros y la que bailaba, recitaba, cantaba y se esforzaba por el reconocimiento, yo crecí, o mejor dicho creció mi yo, el egoíco
Entre mejor me iba en clases, mas premios tenia, mas juguetes, mas viajes, mas pares de zapatos que no necesitaba. Ahí el acto de la manipulación llego a su clímax, conocí el capricho, el berrinche. Para mi la moneda de cambio del amor, se convirtió en el reconocimiento y en los premios. Si mi mamá no me daba atención y tiempo entonces le saldría cara la paga. Empezó mi maestría del control.
Amor era hacer, cuantificar, contar, lo que era evidente y reconocido, lo que se notaba a la luz del día, lo masculino dicen por ahí, aprendí a reconocer a través del esfuerzo, del sacrificio y se convirtieron en sinónimos de amor.
Ahora de grande y gracias a esta experiencia pude observar que yo aprendí a valorar desde el hacer y no desde ser. Pero lo que se aprende es para después desaprender.
Mi cuerpo se ha sentido agotado, mi mente esta en contra de toda autoridad, y por un tiempo observe esa lucha interior y la batalla de hormonas que todo esto producía.
Mi mente me decía: tienes que hacer para que te amen, si no haces entonces no te amaran y serás excluida.
Y claro en mi sistema, en mi familia, el no hacer simboliza que somos huevones, flojos, ¡buenos para nada!, andaba yo dividida entre el ser y el hacer. Y mas que dividida, re confundida. Incluso me llevaba a hacer cosas que no quería porque ese sacrificio me daría mas amor. Y si eso me lo hacía a mi, entonces los que estuvieran a mi lado también “tenían” que hacer, demostrar y sacrificar.
Había olvidado lo femenino del ser, del alma, de la vinculación a través de la presencia, de la quietud, del silencio, de la oscuridad. Reconocerme interiormente y despertar esa intuición, resignificar el no hacer para dejar brillar al ser. Había olvidado la calma de no estar queriendo ese reconocimiento afuera, y hallarlo adentro de mi corazón.
Y lo hice así para poder despertarlo justamente cuando mas lo iba a necesitar, y me agradezco tanto por eso. Y le agradezco tanto a mi madre y a mi padre por estas enseñanzas.
Hoy en día es un regalo poderlo ver, poder darle valor a aquello que no se ve pero se siente. Es un milagro atravesar este miedo de decir que no, de llevar mi ritmo, mi tiempo, de parar cuando mi cuerpo me lo pide, de dormir mas y descansar. De regalarle mi presencia y mi atención a los que amo. Las hormonas como ya lo dije se contagian, la adrenalina y el cortisol a través del miedo, del pánico y la ansiedad. Pero el amor, la quietud y el valor también se contagian, por medio de la melatonina, los estrógenos, la progesterona, la oxitocina, la serotonina.
Decir que no esta vez fue comunicarle a mis células que nadie nos deja de amar por ser claras. Que el amor es un estado de consciencia y no un sacrificio.
Estamos descubriendo que el amor es el valor del ser, de la vida.
Y si lo que es evidente y se reconoce se alumbra con los rayos del sol, no olvidemos que lo oscuro y lo profundo, lo femenino también existe y es alumbrado por la luna poco a poco, con paciencia durante 28 días en cada proceso. Lo que no se ve es lo que sustenta todo aquello que brilla en lo exterior.
Que alegría y que amor se siente poder descubrir que fui una investigadora de todo eso que no es amor, para poder ahora despertarme en el amor mas autentico y real.
El amor es ese micelio que nos interconecta por debajo de las raíces, en el fondo del fango. Por eso es ahí donde crecen los lottos de la vida.
Ahora recuerdo que soy luz que alumbra y también sombra que sustenta.
Escribe con amor Lucrecia Astronauta.